Junto o en el el interior de los numerosos barrancos y fuentes se instalan especies afines a unas condiciones de humedad ambiental y edáfica, muchas de ellas adaptadas a sobrevivir en suelos pobres donde las fuertes corrientes de agua, tras el arrastre de las partículas nutritivas más finas, tan solo han respetado los cantos rodados y que en ocasiones son también las responsables de verdaderos embates que algunas especies vegetales como los sauces de ribera (Salix sp.) son capaces de soportar, a pesar de sufrir magulladuras en sus cortezas, arrancamientos de ramas y deformidades en su estructura.
En los alrededores de los cursos de agua más estables, con suelos profundos y nutritivos, se desarrolla una vegetación más madura, adaptada a una vida más pacífica y cómoda, como los fresnos (Fraxinus angustifolia), el sauce arbóreo (Salix alba), el chopo negro (Populus nigra), diversas especies de menta (Menta sp.), infinidad de plantas con flores vistosas, cañizos y otras gramíneas.
Las truchas del río Aragón ascienden por el barranco de la Carbonera cerca de 5 km. La rana y el sapo común está presente en casi todos los cursos fluviales y el tritón pirenaico habita en los más altos y escarpados. Culebras de agua se alimentan a su vez de sus renacuajos. Infinidad de aves acuden a las zonas húmedas para anidar entre su enmarañada vegetación, coincidiendo con la máxima presencia de insectos con fase larvaria acuática, sustento de padres y polluelos. Pero el entorno atrae también a otras especies de otros ambientes, motivados por la sed o por la cantidad de presas disponibles. Varias especies de murciélagos se orientan durante sus desplazamientos por las corrientes de aire que se crean en el fondo de los valles y barrancos, aprovechando a su vez para consumir insectos voladores.
* Texto de Xavier Pujol